Abogados y Tecnología: obligados a entenderse


En 1996, el economista Dr. Richard Susskind de la Universidad de Oxford publicó un artículo con dos predicciones. La primera era que la mayor parte de las comunicaciones entre los abogados y sus clientes se haría a través de correo electrónico y, la segunda, que la mayor parte de las consultas legales se harían a través de Internet. En consecuencia, el Colegio de Abogados de Inglaterra y Gales respondió que el autor, el Dr. Susskind, debería estar vetado de hablar en público porque no entendía el vínculo que la comunicación con lápiz y papel proporcionaba entre el abogado y los clientes, y también argumentó que el autor no entendía la experiencia de aprendizaje que la consulta de una biblioteca jurídica proporcionaba a los jóvenes abogados. Un par de décadas después, los hechos han dado la razón al Dr. Susskind.

Para mí, este es un claro ejemplo de la resistencia que la tecnología enfrenta cuando intenta permear en la profesión legal. Si bien es cierto que como abogados somos capaces de celebrar y fomentar las tecnologías en otras profesiones (por ejemplo: la medicina, la educación y las finanzas), estamos indispuestos a la hora de explorar y aplicar las posibilidades que la innovación puede aportar a nuestro propio campo. Aunque hemos adoptado el correo electrónico y las videoconferencias como herramientas para agilizar nuestros servicios, seguimos sin adoptar varias tecnologías que pueden dar lugar a procesos mejores y más eficientes dentro de los despachos y las empresas. Herramientas como la generación o revisión automatizada de documentos están mal vistas y poco implementadas por los profesionales del Derecho.

Hace 25 años el Colegio de Abogados de Inglaterra y Gales señaló que el correo electrónico no sería usado para las comunicaciones abogado-cliente

¿A qué se debe esto?

La falta de implementación de estas tecnologías es muy confusa, ya que estas herramientas podrían resultar en un alivio instantáneo para los profesionales del Derecho que pasan miles de horas al año elaborando documentos.

El impacto que la innovación y la tecnología tienen en la profesión va mucho más allá de simplemente aliviar la carga a la que se enfrentan los abogados y los pasantes. En realidad, pueden tener un valor instantáneo para los clientes que recurren a la abogacía cada día para ayudarlos a llevar a cabo sus tareas del día a día. La implantación de la tecnología puede dar lugar no sólo a un servicio profesional más eficiente en términos de tiempo, sino también en términos de costo y calidad. Al delegar las tareas mediante tecnología capaz, eliminamos la posibilidad del error humano e implementamos un estándar de calidad a todos los documentos y procesos legales que se llevan a cabo, lo que resulta en un mejor producto para los receptores del servicio.

Uno de los temas que creo tiene injerencia en cuanto a la falta de implementación de tecnología disruptiva en la profesión legal es el método de facturación por hora. Este método de cobranza lleva a muchos abogados a erróneamente pensar que el valor de su trabajo está relacionado con el tiempo que se tarda en realizarla. Para mí, un abogado vale más por sus conocimientos y experiencia que por el tiempo que le lleva realizar una tarea. Al final, los abogados, los médicos y otros profesionales servimos para resolver el mismo problema. Las personas necesitan conocimientos que no poseen para llevar a cabo su vida diaria, y como proveedores de servicios, nuestro trabajo es asesorarlos y acompañarlos en sus procesos. El valor es el conocimiento y el trabajo y no el tiempo empleado. El cobro por hora es sólo una de las cuestiones que frenan el progreso tecnológico; hay muchos factores que afectan, pero creo que éste es una barrera psicológica más que nada, y afecta la manera de pensar de los abogados, confundiendo en cuanto a donde reside nuestro valor agregado.

Hablando con socios y abogados de diferentes despachos encontré una apertura inesperada en cuanto a posibles cambios tecnológicos. La mayoría de los abogados convergieron en un mismo punto. Hacían referencia a la generación que ahora ocupa puestos de influencia en los distintos despachos y empresas. Parece que el pensamiento general no es que la tecnología no haya llegado, sino mas bien que la generación de abogados que hoy ocupa posiciones de poder para impulsar el cambio no lo está haciendo, y que no será hasta que una nueva generación ascienda en las filas que se empiecen a implementar cambios verdaderamente disruptivos en la profesión.

Entonces, ¿tendremos que esperar a que una nueva generación impulse los cambios tecnológicos necesarios para avanzar en esta dirección?

Yo no lo creo.

Creo que los cambios llegarán pronto y agresivamente. Para ilustrar el tema, quiero referirme a una herramienta muy común en el mundo empresarial y a la forma en que el mercado empujó a las empresas y profesiones de todo tipo a incorporarla. Me refiero al correo electrónico. El correo electrónico fue inventado en 1971 por Ray Tomlinson, sin embargo, esta herramienta no empezó a cobrar fuerza en el mundo empresarial hasta finales de los años 90. En esa época el correo electrónico comenzó a presentarse como una alternativa confiable a la forma en que los despachos de abogados se comunicaban con sus clientes. Suponía un claro avance con respecto al FAX (el método de comunicación preferido por la profesión). Sin embargo, una parte de la comunidad jurídica se mostraba reacia a su implantación. Para algunos el correo electrónico era considerado un gasto innecesario y los socios responsables se preguntaban si merecía la pena “arreglar” algo que no estaba roto. Sin embargo, los clientes lo implementaban cada vez más y el mercado obligó a los abogados a adecuarse a la nueva tecnología, ya que al negarse perderían competitividad.

Aunque diversas herramientas “Legaltech” están adquiriendo fuerza poco a poco en los despachos y las empresas mundialmente, los cambios más profundos están por llegar especialmente en LATAM. Sostengo que los abogados tendrán que adaptarse a potentes tecnologías como la automatización de documentos y la inteligencia artificial. Estos cambios no nacerán de una voluntad interna de cambiar, sino como una necesidad de adaptarse a los cambios del mercado a medida que los clientes encuentran las diversas y crecientes soluciones que ofrece la tecnología. Optando por cambiar en muchos casos de un asesor de confianza a una solución de confianza. Especialmente cuando los clientes observen la posibilidad de ahorrar tiempo y dinero.

Ante esto, propongo a los abogados de todos los niveles que hagan una introspección y evalúen las alternativas a la forma en que desempeñan sus tareas. Propongo que en lugar de sentirse amenazados por la innovación, la abracen y encuentren la manera de impulsarla, de utilizarla regularmente y así asegurar un servicio jurídico mejor y más eficaz para todos. Porque si al adoptar este tipo de innovación conseguimos reducir los costos y el tiempo preservando la calidad, podremos prestar un servicio digno a más personas, y esa es una causa por la que vale la pena luchar. Por muy descabellado y loco que sea imaginar que nuestra profesión pueda revolucionarse y transformarse en una solución tecnológica. Nunca nos parecerá tan ilógico como parecían las predicciones que hizo el Dr. Susskind en 1996, cuando apenas se enviaba el primer mensaje de texto. Hoy hemos visto de lo que es capaz la tecnología, y con abogados que impulsen los cambios la tecnología puede eliminar muchas de las deficiencias de la profesión jurídica. Es nuestro deber como abogados ofrecer el mejor servicio posible y hoy está claro que debemos acoger la tecnología para lograrlo.

"Nuestra profesión puede revolucionarse y transformarse en una solución tecnológica"

La práctica de Andrés Girault está enfocada en las áreas M&A, Venture Capital & Tech.