La reacción al trabajo de Oppenheimer


“Ahora me he convertido en la Muerte, el Destructor de Mundos”. Con esta frase, dicha el 16 de julio de 1945, el nombre de J. Robert Oppenheimer quedó grabado en los libros de historia, y para el mundo entero se hizo realidad una amenaza hasta ese punto desconocida. Y tal y como se le atribuye a Einstein haber dicho a raíz  del desarrollo de este arma de destrucción masiva: “No sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras”.

La llamaron la Bomba Atómica, y tal era su poder que ni los científicos que la desarrollaron estaban verdaderamente seguros de que no desatara una reacción en cadena que no se detendría hasta que la atmósfera misma se encendiera en llamas y toda la vida dejará de existir. “Una posibilidad improbable” fue la conclusión de los científicos a cargo del Proyecto Manhattan. Pero no imposible….

Incluso sin esta terrible posibilidad, los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki en 1945 demostraron el potencial catastrófico de las armas nucleares, que sin un control, podría llegar a significar el fin del mundo. Y en ese punto, entra el Derecho Internacional y el establecimiento de la Comisión de Energía Atómica de las Naciones Unidas (UNAEC) en 1946. Esta comisión tenía como objetivo abordar cuestiones relacionadas con la energía atómica y desarrollar planes para su control. En 1957, se fundó la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) para promover el uso pacífico de la energía nuclear y prevenir su aplicación militar mediante inspecciones y salvaguardias.

Pero a pesar del horror de la destrucción producida en Japón y de los intentos internacionales por parar su producción, las grandes potencias y muchos otros países las desarrollan con la excusa de “mantener un equilibrio en pro de la paz”. Con esta inevitable producción en masa de armas de destrucción masiva (ADM), se tomaron más medidas en la década de 1960 para frenar la proliferación y las pruebas nucleares. El Tratado de Prohibición Parcial de Pruebas de 1963 prohibió las pruebas nucleares en la atmósfera, el espacio exterior y bajo el agua. El Tratado de Tlatelolco en 1967 creó una zona libre de armas nucleares en América Latina y el Caribe y el histórico Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares fue firmado en 1968, estableciendo un marco para prevenir la propagación de armas nucleares, promover el desarme y alentar el uso pacífico de la energía nuclear.

La década de 1970 vio el mayor riesgo hasta la fecha de la destrucción global a manos de múltiples misiles atómicos durante la temida Guerra Fría, y por lo mismo se desarrollaron múltiples iniciativas para mitigar esta posibilidad, mientras se introducían nuevas leyes internacionales para estas armas y otras nuevas, cuyo impacto podía ser equivalente o peor. Un gran ejemplo es la Convención sobre Armas Biológicas de 1972 que prohibió el desarrollo, producción y almacenamiento de armas biológicas y toxinas. También se firmaron tratados en ese momento, como el Tratado de Prohibición de Pruebas en el Umbral de 1974, que limitaba las pruebas de armas nucleares subterráneas a un rendimiento de no más de 150 kilotones, firmado por los Estados Unidos y la Unión Soviética.

Aunque Oppenheimer es bien conocido por crear la bomba atómica, también fue una de las personas con gran interés a que se hicieran las regulaciones adecuadas.

La decisión generacional del desarme

La década de 1990 estuvo marcada por varios tratados clave que definirían la actitud futura hacia el manejo de las ADM, incluido el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START I) en 1991, que redujo significativamente las armas ofensivas estratégicas entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Mientras tanto, las armas químicas serían oficialmente consideradas ilegales a través de la Convención sobre Armas Químicas de 1993, que prohibió el desarrollo, producción, adquisición, almacenamiento, retención, transferencia o uso de armas químicas y ordenó la destrucción de los arsenales existentes. Mientras tanto, comenzaron a formarse iniciativas tendientes al desarme, como el Tratado de Prohibición Completa de Pruebas Nucleares propuesto en 1996, que prohibía todos los ensayos nucleares con fines tanto civiles como militares. Aunque muchos países no lo han ratificado, y países como Rusia se han salido de este tratado, significó un paso importante de concientización internacional frente a las ADM.

Esto nos lleva al siglo XXI, en el que el compromiso global continuo para controlar y, en última instancia, eliminar las ADM (a través de una combinación de medidas de desarme, no proliferación y verificación), ha llevado a tratados y acuerdos internacionales, tales como el Tratado de Moscú, firmado en 2002 entre los Estados Unidos y Rusia para reducir sus ojivas nucleares estratégicas almacenadas. 

Otra de estas iniciativas es la Convención Internacional para la Supresión de Actos de Terrorismo Nuclear, adoptada en 2005, para prevenir el terrorismo nuclear y mejorar la cooperación internacional contra esta amenaza. El Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (Nuevo START) en 2010, para reducir aún más la cantidad de bombas nucleares estratégicas y sistemas de lanzamiento, y el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, adoptado por las Naciones Unidas en 2017, que representa el primer acuerdo internacional legalmente vinculante para prohibir de manera integral las armas nucleares con el objetivo de llevar hacia su eliminación total.

Estos marcos legales internacionales, son fundamentales para establecer normas  claras y efectivas en el control de armas de destrucción masiva. Ayudan a concientizar sobre sus peligros, prevenir conflictos, reducir riesgos de proliferación, proteger contra amenazas terroristas y promover la estabilidad internacional a través del desarme y la no proliferación. En esta época post pandémica, de una llamada por algunos, segunda guerra fría, y con tantos conflictos internacionales, la labor de los abogados de Derecho Internacional en esta tarea es especialmente crítica.

Nadie olvidará jamás el día en que Hiroshima y Nagasaki fueron bombardeadas y el horror que se vivió durante y después del lanzamiento de las bombas atómicas. Y el peligro de repetir ese desastre sigue latente. Es, a través de la ley y la comprensión de las consecuencias del mal uso de las ADM que se puede lograr la eliminación de estas armas a través del desarme y la no proliferación, y prevenir al menos esa forma de fin del mundo.

1990 fue la década en que se empezó a introducir el concepto del desarme, una actitud que tomaría fuerza a partir del 2010

Bien se puede considerar a las armas nucleares como nuestra Espada de Damocles. Siempre y cuando todo se mantenga pacifico no hay razón por la que la arma debería caer... Pero no somos ignorantes de esto, y esta espada no la controla nadie más que la humanidad.