Desde el ajedrez hasta el delito


Año 1952, Arthur Samuel diseña un software capaz de aprender a jugar al ajedrez de forma autónoma. En 1956, el término Inteligencia Artificial (IA) se usó por primera vez en la conferencia: “Dartmouth Summer Reasearch Project on Artificial Intelligence”.  Pero se consideraba que su aplicación masiva correspondía más a la ciencia ficción que a la realidad. En la era digital, se suponía que nada era capaz de sorprendernos y que sabíamos que todo era posible. Aún así el 30 de noviembre de 2022, fecha en la que hace su aparición en internet, el ChatGPT, creado por Sam Altman, nos tomó desprevenidos y sin preparación para la siguiente revolución digital.  

Así fue, y la irrupción y alcances infinitos de la IA nos atropelló como un tren, puesto en forma coloquial. En sólo un año y medio ha permeado,  transformado e invadido todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Desde la automatización de tareas hasta la creación de contenido, las capacidades de la IA, se están recién comprendiendo por parte de los usuarios y todavía en constante evolución por parte de los especialistas. Esto ha sido el centro de muchos debates acerca de cómo puede afectar el ámbito laboral, nuestra rutina personal y más. 

Pero todo avance tecnológico tiene consecuencias en la sociedad en la que se aplica, ya sean positivas o negativas, y la IA no es una excepción a esta regla, pues la herramienta revolucionaria, también genera mucho temor sobre reemplazos laborales y disciplinares a profesionales y técnicos por ejemplo, problemas en uso académico y generación de ideas, e incluso está siendo utilizada para infringir los derechos individuales y colectivos.

Muchas personas temían la generación de este tipo de poder tecnológico. De hecho Elon Musk, en septiembre de 2023, expresaba que “una inteligencia artificial demasiado poderosa podría ser fatal para la humanidad”  y comparaba su desarrollo con una fuerza más destructiva que las armas nucleares, entrando en una abierta discusión con poderosos del ámbito como Mark Zuckerberg y su “Proyecto Jarvis” IA dedicada al diagnóstico de enfermedades. Musk, Bill Gates, Steve Wozniak , Steven Hawkings, entre otros firmaron una declaración de principios alertando sobre los peligros de desarrollar IA con mayores capacidades que la humana, para la sociedad. 

Pero como bien sabemos, una vez fuera una tecnología, es imparable. Y la falta de preparación social ya tiene efectos nefastos. La carencia de un marco legal que norme su uso ha llevado a transgresiones cada vez más graves. Los primeros crímenes que empezaron apoyados en esta tecnología no fueron tan grandilocuentes como el control de armas nucleares como lo muestran las películas, sino que fue uno mucho más cotidiano… y más perturbador para cualquier usuario de tecnología e internet y que refiere al uso indebido de la imagen, voz y creaciones personales.

La inteligencia artificial no es tan nueva como la gente cree, programas de software que pudieran pensar y adaptarse empezaron a aparecer en 1950...

Una herramienta desatada

El problema inició cuando se usó herramientas de IA para imitar o crear guiones, textos, libros, imágenes, etc. por su propia cuenta. Esto causó conflictos con autores que vieron peligrar su trabajo, llevando incluso a huelgas  para evitar su uso sin regulación.

Pero la controversia se volvió peligrosa cuando empezaron a usar la herramienta no para crear narrativas ficticias o imágenes inocentes, sino para recrear las imágenes de personas reales, sin su consentimiento para intereses ajenos, o para crímenes como extorsión por ejemplo.

Este tipo de transgresiones desataron discusiones en todo el mundo, sobre el uso no autorizado de información y la falta de marco legal para controlarlo. Casos como el mal uso de la voz de Scarlett Johansson, la creación de imágenes íntimas falsas de estudiantes menores de edad en varios colegios alrededor del mundo y preocupaciones por el uso de datos privados para desarrollar la IA, como en el caso de Meta, son sólo algunos ejemplos de lo que se está convirtiendo en un problema descontrolado. 

El mal uso de la información en el espacio digital lamentablemente no es nuevo, pero con la IA está alcanzando nuevos límites en su mal uso y daño a la imagen y relaciones de las personas. Los deepfakes, por ejemplo, son imágenes o vídeos manipulados que parecen increíblemente reales. Estas tecnologías pueden ser utilizadas para difamar, acosar o engañar a otros, creando un sinfín de problemas legales y éticos. Escenarios hipotéticos donde un video falso de personas influyentes haciendo declaraciones o pidiendo acciones de subalternos, entre otros ya son reales, y pasan con una frecuencia cada vez más alarmante. La desinformación resultante podría tener consecuencias desastrosas, desde afectar elecciones hasta incitar violencia, robos o delitos peores. 

Complicando aún más el tema está el hecho de que la respuesta legal mundial ha sido comparativamente lenta, aunque hay casos como los de la Unión Europea que previno el daño que la inteligencia artificial podría hacer sin regulaciones, e  implementó legislaciones para prevenir que las empresas a cargo de la herramienta pudieran utilizar información personal, como por ejemplo nacionalidad, apariencia física, sexualidad u otros, para construir bases de datos. Pero en general en el mundo todavía se está discutiendo cuáles deberían ser las leyes relacionadas y cómo deberían aplicarse para no coartar la capacidad de las empresas de avanzar con esta innovación. La rápida evolución de la tecnología ha superado la capacidad de reacción de legisladores y abogados, para proteger adecuadamente los derechos de los individuos. Esto probablemente se constituya en uno de los principales desafíos y responsabilidad, del futuro próximo para ellos.

Mientras tanto, el auto cuidado y conocimiento son las principales medidas preventivas para evitar estas situaciones, y el llamado a los profesionales en especial a los abogados es urgente. Es un balance delicado entre capitalizar lo que claramente va a ser una de las innovaciones más importantes del mundo contemporáneo y normar para no destruir a la sociedad a la que se supone que sirve. 

...Pero nunca fue tan avanzada, o peligrosa, como lo que se ha presentado en la actualidad.

El peligro de la tecnología sin restricciones no es nada nuevo, pero nunca ha sido tan peligroso como es en la actualidad. Es importante entender donde están los limites para que lo que debería ser un gran apoyo no se convierta en un peligro.